El actual campeón de la carrera ganó en la segunda jornada, la más larga de la prueba. Robinson Chalapud mantuvo la camiseta de líder.
Manglar es un corregimiento de Giraldo en el borde de las montañas del occidente de Antioquia. Para llegar ahí hay que sortear una carretera serpentina, pasar del calor abrasador de Santa Fe de Antioquia, subir al Alto del Cativo, donde una llovizna tierna se mezcla con un frío que acusa el uso de saco, y bajar de nuevo para encontrarse con una decena de casa con techo de zing, una cancha de fútbol en cemento y una estación de gasolina.
En la entrada de la población las tres motos de la Policía Nacional que van de avanzada se detienen al lado de una patrulla. A partir de ese punto, del kilómetro 143.3 de la segunda etapa de la Vuelta a Antioquia, ya es necesario llevar armas de largo alcance. No basta con un revólver para adentrarse en el Urabá, una región en la que la violencia está mutando constantemente y cuando parece erradicada golpea con más fuerza.
“Es solo por precaución”, dice uno de los patrulleros que va en una moto de alto cilindraje y que porta un chaleco antibalas. Atrás de él, ajenos al tema, 91 ciclistas sufren la severidad del clima, pedalean mientras les escurre sudor por el casco y aprietan los dientes ante la dureza de la carretera. Frontino espera por el lote con gente gritando en sus calles empinadas y empedradas, y con soldados acorazados hasta el tuétano, que mira, pero no ven, pues hay que estar siempre alerta.
El primero que se ve desde la meta, abajo, pequeñito, es Ómar Mendoza, el ganador de la prueba el año pasado, un llanero alto, portentoso y que sabe lidiar muy bien con su peso en la alta montaña. Cruza en solitario. Cinco horas, 11 minutos y 22 segundos, el tiempo que le tomó hacer los 191.9 km pactados, un recorrido de desafíos, con trayectos planos al lado del río Cauca y con ascensos empinados que permiten desde la cúspide dimensionar la grandeza de montañas que se ponen una tras otra. “Muy dura, hermano. Yo no sé estos tipos cómo aguantan”, apunta un habitante del pueblo que no sabe los nombres de los corredores, pero igual así alienta.
Luego arriba César Paredes, zigzagueando como si fuera a poner pie en tierra y con la cabeza empujando las piernas. Pura vehemencia, puro corazón. Seguido llegan en un pequeño grupo Juan Pablo Suárez, Robinson Chalapud y Dany Osorio. No se detiene apenas cruzan la meta, siguen unos metros más, no hay que darle espacio al calambre. El nariñense, siempre atento y muy estratega, logró remontar la diferencia de la fuga y entrar en los primeros lugares. Conserva la camiseta de líder, la amarilla que portará este miércoles cuando el pelotón afronte el tercer día de la carrera con una etapa entre Uramita y Chigorodó (141,6 km), pleno centro de Urabá y donde la gente lleva décadas pidiendo menos armas y mucho más banano.
Fuente: www.elexpectador.com