Retratar la cultura de un país ajeno al de ella y narrar la violencia que evidenció, en varias ocasiones, en carne propia, fueron algunos de los propósitos que, sin planearlo, realizó Ethel Gilmoure.
La artista estadounidense que por amor llegó a Colombia en la década de los 70 hace parte hoy del libro de arte del banco Davivienda, la propuesta que rinde homenaje, desde hace 15 años, a artistas colombianos pero que en esta ocasión hicieron una excepción.
Nueve años después de su deceso, el legado pictórico de casi 40 años de la artista en Colombia busca no morir en el olvido.
“Faltaba un libro que mostrara bien la obra de Ethel Gilmoure”, aseveró Imelda Ramírez, doctora en Historia del Arte, investigadora y amiga de Ethel, al preguntarle por el nuevo homenaje que desde hace una semana circula por las librerías y museos del país.
La sensibilidad con la que acogió y describió, por medio de sus pinturas, a la nueva sociedad por la que se vio rodeada en Medellín, ciudad en la que se estableció con Jorge Uribe, su esposo y más grande amor, hicieron de Gilmoure una de las artistas más queridas por el circulo intelectual de la época.
Sin embargo, la artista plasmaba en sus obras una especie de resistencia a la guerra, desde los aspectos políticos hasta el plano personal de lo que significó su estadía en Colombia, un país de contrastes.
Y es que la existencia de Gilmoure denotaba arte por donde se le mirara. “Ella fue una referencia para una generación”, recordó Ramírez, quien fue su profesora de Artes Plásticas en la Universidad Nacional, sede Medellín.
ELTIEMPO