La historia aún no es clara. Se dice que don Fernando Estrada Estrada, un optómetra bastante conocido de principios del siglo XX, viajó a Egipto y volvió con la idea de construir un palacio a semejanza de los vistos, pero no se sabe si fue hasta África para traer los planos y si fue allá donde se le ocurrió la idea.
Lo más probable es que don Fernando tomara un tren hacia Puerto Berrío y luego se embarcara por el río Magdalena hasta Puerto Colombia. Desde allí cruzó hasta Europa y atravesó el Mediterráneo, para llegar a ese Egipto de camellos, pirámides, templos y palacios. Así como el que replicó en el barrio Prado Centro de Medellín, hacia los años 30.
Una vez don Fernando se hizo al terreno en el centro de la ciudad, en 1928, la idea creció y fue el arquitecto Nel Rodríguez Hauesler, quien materializó el imponente templo, que en sus inicios destacaba por su forma y que hoy se esconde entre las casas del barrio, uno de los más prestigiosos de ese entonces.
Hoy, la perspectiva es otra. Sus puertas apenas se mantienen y el paso de los años se coló por entre las ranuras de sus lozas, hechas en una especie de piedrilla muy pequeña, dejándolo de un color ocre oscuro. Sin embargo, conserva su forma en la fachada, por lo menos como dicen que fue construido.
No ha sido gratuito. En 1958, cuando el famoso optómetra dejó el mundo terrenal, su esposa, Soledad, se encargó de cuidar el templo hasta los años setentas, cuando falleció. A partir de allí, el inmueble quedó en manos de sus 14 hijos y, poco a poco, fue pasando de mano en mano hasta decenas de administraciones.
El palacio hizo, desde entonces, las veces de colegio, carpintería, restaurante, agencia de diseño y hasta lugar para habitantes en situación de calle. Seguramente no fue el propósito de su artífice, pero sí las realidades que vivió la estructura a través del tiempo, hasta hace poco más de un año en que Alberto Araque apareció en el lugar.
Este ingeniero civil de la Universidad Nacional decidió hace 10 años dejar de lado su carrera para dedicarse al trabajo cultural y social por medio de su fundación Visión Planeta Azul.
Sus proyectos han abarcado varios barrios de la ciudad, hasta que el 1 de noviembre de 2016, su iniciativa lo trajo al barrio Prado, más precisamente al Palacio Egipcio.
“Nos vinimos para acá porque el barrio fue declarado patrimonio cultural de la ciudad y nosotros creemos que debe ser un distrito cultural” comenta Araque emocionado y agrega: “aquí en Prado hay mucha base social y mucho colectivo”.
Además del panorama local acorde con el proyecto cultural de la fundación, un ente privado, dueño del Palacio, le entregó el inmueble a él para cuidarlo. Hecho que está completamente claro en la misión de Alberto y sus compañeros de trabajo.
“Es un bien (el Palacio), tenemos que cuidarlo, recuperarlo, integrarlo. No está en arriendo, hay que ocuparlo y sacarlo adelante. Esto no es patrimonio solo de la ciudad sino del mundo, porque no son muchos los templos egipcios construidos por fuera de Egipto”, explica.
Heridas superficiales
28 escalones separan la acera de la entrada principal al palacio. Sus tres puertas de ingreso, aunque solo una está habilitada, son custodiadas por siete columnas en forma de papiros, tan grandes como la estructura principal de la obra.
Los gigantescos papiros sostienen el libro de los muertos, que de libro tiene poco, pues en realidad es una gran placa en la que se ven “almas” o dibujos de personas en una misma dirección.
Una historia distinta se encuentra en las bases de las columnas: la parte inferior está adornada por la imagen de una barca con la que, según la cultura egipcia, se cruzaba de la vida a la muerte y la figura del dios Anubis, que representa la humanidad.
Según Araque, la idea del palacio, en su simbología, es representar el equilibrio entre seres (“almas”) y humanos (“cuerpo”), para entender la unión de ambos conceptos en el ser humano. Una representación acorde con la estructura de gran parte del lugar, si no fuera porque a un costado de las columnas, casi como parte de los jeroglíficos, un grafiti completa la imagen.
“La gente es muy inculta, ¿grafiti?, por eso paramos varios eventos, si nosotros no somos capaces de sacar esto adelante, tenemos que respetar”, sentencia Araque.
Y es que, en aras de conservar el espacio, además de abrirlo a proyectos culturales, la fundación ha realizado distintos eventos para sostenerse y exponer el palacio como parte de la red cultural hacia la que se quiere perfilar Prado Centro.
Fiestas de electrónica, temáticas y culturales, ferias de semana cantábrica, el remate de la marcha cantábrica y el remate de la marcha del orgullo gay son algunos de los eventos que se han dado cita en el recinto que habitó don Fernando y su numerosa familia y que, probablemente, nunca llegó a imaginar que podrían ocurrir.
“Son eventos en los que hacemos énfasis en el cuidado. Antes poníamos canecas de basura y todo amanecía sucio, ahora no, ahora las usan, aunque hemos empezado a decirle que no a ciertos eventos”, explica el ingeniero.
¿Y la recuperación?
“Digamos que no se trata de una restauración sino de un embellecimiento”, señala Julio Londoño, escultor y restaurador cercano al Palacio Egipcio.
Julio ha trabajado toda su vida como artista y escultor y reconoce que intervenir el lugar para restaurarlo es bastante costoso. Aún así, tiene claro que se puede avanzar en su recuperación hasta el punto en que alguien más aporte el músculo económico para restaurar el sitio de la mejor manera.
“Puedo empezar un protocolo de restauración”, dice, y explica que, por ejemplo, en las paredes es posible hacer unos pequeños raspados para destapar y mirar cuántas capas de pintura hay, compararlas con el color original de la carta que posee la familia Estrada y encontrar el adecuado.
Sin embargo, Londoño y Araque, concuerdan en que, por ahora, se puede mitigar su daño, pero que debe ser otra entidad la que se encargue de la restauración.
Prado cultural
Hace unas semanas se realizó en el barrio un evento llamado “La Noche de los Fantasmas”, durante el cual se recorrían varias calles y se ingresaba a antiguas casas consideradas bienes de interés cultural.
El palacio fue una de las paradas que se propuso en el trayecto, guiado y organizado por la Fundación Patrimonio para el Desarrollo, encabezado por Mónica Pabón, la directora de esa entidad.
La fundación tiene a cargo la labor de desarrollar un plan de gestión para Prado, con el que se pueda integrar la oferta cultural con la parte residencial que sigue siendo bastante amplia.
“Pensamos en cómo conservar y atraer más uso residencial al mismo tiempo que vengan colectivos de artistas que tengas sus talleres o que tengan sus residencias o los estudiantes de universidad”, amplía Pabón.
Según la directora, el barrio no ha sido lo suficientemente visibilizado y los espacios que se buscan, como los del palacio, son los adecuados para entender que Prado es un lugar patrimonial que espera ser descubierto.
ELCOLOMBIANO